miércoles, 4 de marzo de 2009

Son las siete y cuarto de la mañana. Mi mujer ya se ha ido a trabajar. Pobrecilla, eso de trabajar en INDRA le quita dos horas de vida al día. Y eso que ahora hay metro hasta la moraleja porque antes había que llevarse la merienda para el bus. Soy un afortunado, voy caminando al trabajo, más tarde que ella y en realidad también trabajo menos. Creo que debería ayudarle más en la casa, poner alguna lavadora y no volver a usar las excusas de que el polvo me da alergia o que la postura para tender la ropa me provocará escoliosis como a mi padre. Debería ser mejor persona.

Joder y encima voy a llegar tarde pero es que no quiero perderme este episodio de bola de dragón. Goku se está jugando el pellejo de verdad. Café, cereales, zumo, zapatos, desodorante, pasta de dientes y a correr. ¡Coño el móvil! Escaleras arriba, llaves, móvil, escaleras abajo. Al fin estoy en la calle. Nueve y cuarto. ¡Bravo! Llego tarde de nuevo.

Hace una bonita mañana y los yonkis se estiran entre las cajas para dar la bienvenida a su "nuevo día". Buenos días a la plata y a las cucharas. La misma mujer con su hijo que siempre llegan tarde al cole y gritan desde lejos: ¡No cerréis la puerta!

Sigo andando y llego a mi kiosko habitual donde me espera el dilema. ¿Me compro algo? ¿Ayer no me gasté un duro? Podría comprarme un libro...aunque ella dice que no se compran libros en los kioskos. ¿Y la rockdeluxe? si es que al final no la leo...

Sigo andando. Ya sólo quedan 200 metros para la puerta del trabajo. Hay un hombre en un banco sentado. En realidad está medio recostado. Siempre me da cosa no ayudar a la gente que ves mal en la calle y tal vez hoy es el día de cambiar eso. ¿me acerco? Venga...sé valiente Josi.

Al final me acerco. Al principio le doy un golpe en el abrigo y le digo: ¿Está bien?
No se mueve. Parece que ni respira. El calor sube a mi cara. Me mareo. Mierda ¿Y si grito pidiendo ayuda? No...qué verguenza. Solo es un borracho al que no le veo la cara.

Le agarro con fuera por el costado y empiezo a girarle con cuidado para que no se caiga del banco y es en ese momento cuando le veo los ojos. Son de animal. De furia. Hay sangre y miles de años de odio. Salta sobre mi cuello y me muerde. Me arranca un trozo de carne de unos 150 gramos. Es curioso que justo en ese momento comienzo a pensar sobre cuántos gramos pesa ese trozo. ¿Y en libras?

¡Dios! Nadie mira hacia aquí. Todos andan como si nada. Hay gente en bici, paseando con niños, abuelos y ni un puto alma que contemple esta escena. ¡Por dios! Un zombie me está atacando en la cuesta del mollano. ¿Tan normal es eso? Me muero. El albero se llena de sangre como en una corrida de toros. El puto zombie se está poniendo morado. Claro, el cerebro de un creativo de publicidad alimenta el triple.

A tomar por culo, no volveré a ayudar nunca a nadie más. ¿Así es como me lo agradecen?

Menuda sociedad...

¿A qué hora llegará mi mujer hoy del trabajo? ¿Llorará?

1 comentario: